12 de enero de 2009
PRODUCTOS NATURALES...LO MEJOR!!!!!!
Desde los años noventa no han cesado de aparecer informes médicos sobre las propiedades antibióticas y bactericidas, antioxidantes y antiinflamatorias de los diferentes productos apícolas, empleados desde la antigüedad como alimento y medicina en numerosas culturas.
Entre los informes más concluyentes se encuentran los del doctor V. Chinthalapally Rao, de la American Health Foundation (Nueva York), quien comprobó en 1993 que ciertos ácidos del propóleo prevenían la formación de tejido cancerígeno en ratas que habían sufrido exposición prolongada a productos químicos carcinógenos. En un estudio chino dirigido por Z. Qiao en 1991 se mencionaba que los extractos de ácidos del propóleo inhibían el crecimiento de la bacteria estafilococo aureus, que provoca graves intoxicaciones alimenticias. Otras investigaciones como las de J. Serkedjieva (1992) y J. Focht (1993) han destacado la eficacia del propóleo contra los virus, algo que no hacen los antibióticos.
Las citadas investigaciones son una mera confirmación de algo que los egipcios –que eran grandes apicultores– conocían bien. Utilizaban el propóleo por sus propiedades antisépticas para momificar cadáveres y evitar su descomposición. Asimismo se han encontrado restos de miel con 7000 años de antigüedad en túmulos faraónicos. Por su parte, los griegos consideraban a la miel fuente de longevidad y elogiaron sus propiedades terapéuticas y dietéticas, mientras que los romanos llegaban a consumirla de formas variadas en una misma comida y bebían mulsum, una especie de vino mielificado.
Antibióticos naturales
Además del propóleo, otros productos de las abejas son potentes antibióticos naturales. Algunos como la jalea real posee incluso propiedades anticancerígenas. Todos los estudios realizados en la última década sobre el más conocido de todos ellos –la miel– destacan sus propiedades antibióticas. Así por ejemplo, M. Subrahmanyam, del colegio médico de Maharashtra (India) empleó gasas empapadas en miel con 40 pacientes que sufrían quemaduras de primer grado. Todos sanaron en la mitad de tiempo y con menos cicatrices que los tratados con sulfadiazina de plata. Un equipo de cirujanos del Hospital universitario de Nigeria comprobaron que la miel sin procesar «inhibía la mayor parte de los hongos y bacterias» que causaban infecciones tras las intervenciones quirúrgicas. S.E. Efem y sus colegas escribieron en la publicación Infection (1992) que «la miel es un agente tópico ideal para tratar quemaduras, infecciones quirúrgicas y heridas infectadas». Su destacado poder bactericida fue también comprobado por un equipo de investigadores de la Universidad de Waikato (Nueva Zelanda) con la bacteria helicobacter pylori, que provoca úlceras gástricas.
La jalea real, esa sustancia con la que las abejas alimentan a las larvas que se convertirán en reinas, posee un poder bactericida aún mayor que la miel debido a una proteína descubierta por el investigador japonés S. Fujiwara y su equipo. Rica en aminoácidos, esta sustancia es efectiva contra los estreptococos y los estafilococos. Sus propiedades antitumorales han sido también investigadas en Japón, donde se ha comprobado su eficacia para combatir el sarcoma.
¿Prevenir el cáncer?
Otro tanto puede decirse del polen. Tres estudios realizados en Suecia con extractos de polen de flores mostraron que contenían concentraciones elevadas de fotoquímicos y nutrientes ricos en carotenoides, flavonoides y fitosteroles. Uno de los citados trabajos clínicos se llevó a cabo con 60 pacientes masculinos aquejados de prostatitis y todos experimentaron una notable mejoría tras el tratamiento con polen.
En cuanto a la cera, en contra de lo que pueda parecer, puede consumirse como medicina y alimento: «Se ha de mascar como si fuera un chicle un trozo del tamaño aproximado de un garbanzo, uno o dos al día. Lentamente se va disolviendo y vamos incorporando sus componentes con la saliva. Al mismo tiempo se ha de procurar que la dieta proporcione adecuadas cantidades de sílice, calcio, magnesio y vitamina C», explican Jorge J. Rodríguez y Ana María Sánchez, autores de Salud y larga vida por la alimentación (Ed. Terapion).
Si las abejas necesitan sustancias con amplio espectro de propiedades bactericidas y antivíricas para el desarrollo de sus reinas y proteger sus colmenas de hongos y bacterias, quizá deberíamos aprender de ellas y consumir más miel, jalea real, propóleo y polen. Al ingerir estos productos nos «inoculamos» preventivamente contra muchas infecciones bacterianas y víricas, tal vez incluso reduzcamos el riesgo de desarrollar cáncer.
Antiguamente no se discriminaba la jalea de la miel al hacer la extracción de esta en la colmena. La actual costumbre de separarlas y comercializar la jalea procesada de diferentes formas favorece su adulteración. Como la producción de este alimento es escasa, se hace cada vez más difícil encontrar jalea real pura al cien por cien. Los otros productos de las abejas tampoco están libres de adulteraciones, por ello, es recomendable comprar sólo los que ofrezcan absolutas garantías de pureza y calidad. Tampoco hay que olvidar que, si una persona reacciona con gran hinchazón a una picadura de abeja, es probable que experimente alergias a alguno o a todos los productos elaborados por estos insectos mielíferos sin los cuales, según expresara Einstein, la humanidad no podría sobrevivir.